“Mi vida gira en torno a libros y todo lo que he logrado ha sido por los libros. Mi máxima aspiración es la de seguir viviendo del oficio de librero”, dice Álvaro Castillo Granada, un escritor y editor colombiano nacido en Bucaramanga, Santander. Es autor de varias obras publicadas por importantes editoriales de Colombia y el exterior y fue colaborador en algunas revistas culturales del país.
Para hablar de libros y lecturas nos comunicamos con Álvaro, uno de los dueños y fundadores de San Librario, su pequeño paraíso en las tierras bogotanas, parodiando a Borges, y apelando a su experiencia y conocimiento del mundo editorial realizamos este breve recorrido por el fascinante mundo de las letras.
Álvaro, ¿en qué consiste aquello de ser librero en una época como la nuestra?
Ser librero, en mi opinión, es cumplir un destino. Desde muy niño me planteé la posibilidad de ser un vendedor de libros, tenía la imagen de los vendedores de libros en las librerías donde iba en esa época. Y, de alguna manera, entendí que me gustaba ese oficio. Cuando entré a trabajar, el 30 de noviembre de 1988, me di cuenta que no solamente estaba trabajando en una librería para conseguir un sueldo y eventualmente satisfacer algunas necesidades materiales, sino que estaba empezando a cumplir una vocación. Soy librero porque ese oficio es mi manera de estar en el mundo, mi manera de cumplir con la misión de ayudar a los demás para que los libros continúen su camino y lleguen a manos de los lectores, las personas que los están buscando.
¿Cómo es el mundo de San Librario en Bogotá?
La librería la montamos en diciembre de 1998, es una librería pequeña –corresponde a lo que es la sala de una casa– y es un mundo muy extraño en el cual puede suceder cualquier cosa, allí puede llegar cualquier tipo de persona; está abierto para que los lectores lleguen a las cuatro paredes de libros atiborradas por todas partes y vean si el libro que estaban buscando o estaban anhelando, de pronto, lo encuentran. Es un mundo en el que pasan cosas divertidas, tristes a veces, pero es un mundo siempre vivo porque yo creo que los libros están cargados de vida, de la que le dan los escritores y, sobre todo, de la vida que le damos los lectores.
¿Actualmente existe crisis en el mercado editorial?
No sé si el libro digital va a desplazar al libro de papel. Lo que, si se es que, obviamente, hace muchos años se vendían más libros que ahora, pero los libros se siguen vendiendo. Hay momentos de baja, de subida, hay momentos de calma chicha, pero, bueno, nosotros estamos en esta labor cumpliendo nuestro destino y, de una u otra manera, en mi caso he completado los 21 años acá en la librería.
¿Qué clase de libros adquieren los colombianos con más frecuencia?
Acá viene todo tipo de lectores, aunque por lo general lectores de literatura: novela, cuento, poesía, ensayo y teatro. Ese es el tipo de libros que vienen a buscar, los que no se adquieren con facilidad, libros colombianos o libros de culturas caribeñas. A veces, libros comunes y corrientes para intentar conseguirlos más baratos. En una librería como San Librario, el lector viene con la esperanza de encontrar aquello que siente que se le ha perdido o que anda por algún lado.
¿Cuáles son los autores más leídos por el momento?
Estamos en un momento en el cual se está leyendo a algunos autores de la literatura colombiana y, sobre todo, bastantes escritoras latinoamericanas. En el caso de los autores colombianos a Fernando Vallejo, Tomás Gonzáles, Laura Restrepo, García Márquez que siempre va a estar ahí, William Ospina; se lee a autores jóvenes que están empezando a encontrar su camino o que lo están explorando con intensidad como el caso de Andrés Ospina, Ricardo Silva Romero, Pilar Quintana, Daniel Ferreira, que realiza una inmersión a fondo en los conflictos sociales y políticos de nuestro país. Hay escritoras de otras latitudes como Samanta Schweblin y su novela Kentukis, la colombiana Margarita García Robayo, un magnífico libro de ensayo de Carolina Sanín, escritoras argentinas, cubanas. Bueno, yo creo que hay mucha gente leyendo en Colombia y mucha de ella leyendo literatura escrita por mujeres.
Usted publicó Un librero, ¿qué temática aborda en esa obra?
Ese es un libro que reúne textos escritos en los últimos ocho años de mi vida, textos que se fueron dando en forma individual y que en un momento encontré que tenían unos vasos comunicantes y que tenían una luz que los guiaba; es una visión muy personal sobre el oficio de librero y las historias que ocurren o me imagino que ocurren o que quisiera que sucedieran. Son textos que no se pueden catalogar en un solo género, son una mezcla de narrativa, ensayo, reflexión, biografía, crónica periodística, que es un género muy oral en el que me siento muy cómodo. Es un libro que, afortunadamente, le ha ido bastante bien y ha tenido el interés y la aceptación de los lectores, no necesariamente de libros usados.
Es bastante común emprender campañas que intentan fomentar la lectura, pero, ¿por qué se fracasa? ¿No tenemos la capacidad para tornar agradable y atrayente el mercado de la literatura?
Una campaña de lectura que pretenda incentivar el acercamiento o el amor a la lectura tiene que partir, principalmente; uno, de crear conciencia de la importancia de la lectura; dos, de que la gente debe leer lo que ella quiera, lo que le guste leer, lo que le interese leer y, si no lo sabe, los promotores o las campañas de promoción, brindarle los elementos para que se vaya encontrando como lector. Otro punto fundamental es el precio de los libros y la distribución, muchas veces los libros se quedan en un determinado sitio en la ciudad de Bogotá o tienen unos costos muy altos. Todos estos elementos nos pueden explicar por qué a veces las campañas de fomento a la literatura no alcanzan los efectos que todos estamos esperando.
¿Estamos ante la sociedad de los poetas muertos o la literatura tiene aliento para rato?
Yo creo que la literatura tiene aliento para rato, porque la capacidad y la necesidad del ser humano de inventar, de comunicar, de contar es inagotable. Todos los seres humanos estamos interesados en contar y en mostrar lo que nos habita, lo que nos pertenece y lo que nos interesa. Entonces, en ese sentido, yo siempre pensaré que hay una posibilidad de relevo, de continuidad de la literatura, y siempre van a surgir nuevas voces para seguir contando y seguir cantando.
Finalmente, ¿por qué hay que seguir creyendo en los libros?
Los libros son la herramienta que creo el ser humano para comunicarse con los demás, para intentar hablarle a los demás de una forma continua y, sobre todo, que logre trascender en el tiempo; entonces, la posibilidad que tienen los autores de ser publicado y leído en otras lenguas y latitudes se convierte en una aventura muy grande. Los libros siempre van a buscarnos porque los seres humanos tenemos la oportunidad de contar, de cantar y de ser escuchados.
Álvaro Castillo Granada, un librero por vocación, de los pocos que quedan en Colombia. Ese curioso eslabón entre el autor y los lectores. Un hombre que al parecer puede conseguir todo lo que se le pida. No sabemos cuántos años más seguirá en el universo de San Librario, entre títulos y autores que esperan que la curiosidad de un lector entre en diálogo con ellos y descubra las experiencias poéticas que parecen destinadas a un selecto grupo de afortunados. Lo que si es seguro es que los lectores podrán encontrarlo entre una montaña de libros, como un ángel de las letras en medio de su paraíso personal.
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