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Foto del escritorAlbeiro Arciniegas Mejía

Jairo Morillo, gran valor del deporte nariñense


Jairo Morillo Mafla es uno de esos particulares casos que surgen en las poblaciones del país y marcan épocas y generaciones mediante un trabajo callado –a veces, sin el debido reconocimiento–, pero fundamental para lograr un crecimiento humano y social en las mejores condiciones.


Es natural de Gualmatán, una población al sur del Departamento de Nariño, en su trayectoria como futbolista se encuentra el haber formado parte de la Selección Nariño y en los años 90 haber integrado el equipo que, luego, daría origen al Atlético Huila en la ciudad de Neiva.


“En mi formación conté con un entrenador muy bueno”, afirma el deportista, “Virgilio Puerto, profesional allegado al Atlético Bucaramanga, un profesor estudiado en Argentina que me dirigió en la selección de la universidad en Neiva con la cual jugué dos finales, una en Cali y otra en Calarcá, Quindío.”


Egresado de la Universidad Surcolombiana donde estudió Educación Física, su experiencia y pasión por el balompié lo llevó a la dirigencia deportiva y a la formación de nuevos talentos.


Durante cerca de cuatro décadas Morillo Mafla ha dirigido un equipo de fútbol en su tierra de residencia, Pupiales, el cual goza de los mayores éxitos en el fútbol local y, como deportista activo, su disciplina y vocación lo mantienen compitiendo a una edad donde para otros el balompié y las canchas son apenas un recuerdo.


Su trabajo comprende también la docencia en una institución educativa y la dirección de escuelas de formación con jóvenes y niños que aprenden de su larga y exitosa experiencia llegando, incluso, deportistas por él capacitados a probarse en las divisiones menores del fútbol profesional colombiano.


Como ciudadano es respetado y admirado ya que, como en pocos casos, logra predicar con el ejemplo. Lleva una disciplina férrea, un entrenamiento permanente y en su entorno se respira fútbol. Sus dos hijos y su primer nieto continúan con su legado promoviendo escuelas de formación y convirtiéndose en deportistas íntegros en una comunidad que requiere con urgencia de este tipo de modelos.


Las buenas sociedades –las que forjan su destino con valores de honestidad, respeto y un deseo de crecimiento colectivo–, necesitan de personas como Jairo Morillo Mafla, docente y dirigente que con su trabajo capacita ciudadanos alejados de los males sociales que, contrariamente, ocupan el lugar opuesto a las mejores formas de vivir en sociedad.

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