“UN ESCRITOR EN NUESTRO MEDIO ERA UN ASUNTO DEMASIADO EXÓTICO”: ALBEIRO ARCINIEGAS - ENTREVISTA
Por: Leonel Chaves Dávila
Esta frase de Faruk Caballero de la Universidad de Los Andes define muy bien la labor del escritor nariñense Albeiro Arciniegas: “Este escritor utiliza su natal Pupiales para dialogar con la literatura hispanoamericana”. Y es que Albeiro se ha inventado varios motivos para convertirse en el centro de la literatura colombiana en el sur del país; creo un concurso internacional de cuento que goza de prestigio en varios países de América y Europa, organizó y preside la Fundación Gabriel García Márquez que rinde homenaje al Premio Nobel de Literatura, es amigo de escritores de amplio prestigio en el país y el exterior y con sus obras ha ganado (y sigue ganando) premios de nivel nacional e internacional.
Arciniegas nació en Pupiales, tierra de destacados personajes, se encuentra casado con Adriana Salazar Chaves y tiene dos hijos, Lina Sophia y Gabriel Alejandro y es hijo de la docente Hilda Mejía Burgos y Luis Felipe Arciniegas, un ciudadano del Corregimiento de José María Hernández.
Al escritor Arciniegas abordamos para dialogar con él y conocer sus experiencias. Maestro, ¿en su niñez hubo destellos de su destino de escritor?
-Sí, y me parece que bastantes, pero nadie se dio cuenta. Recuerdo que me gustaba jugar fútbol y era muy destacado en el deporte del atletismo, espacios que combinaba con la lectura de comics de Kalimán, Arandú, Santo, el enmascarado de plata, Condorito y Kapax, el héroe salvaje, entre otros. Los comics me convirtieron en un ávido lector. Creo que la escritura se manifestó a los ocho años cuando intenté escribir un cuento y le pregunté a mi abuela qué se necesitaba para escribir un libro. Ella era una señora muy agradable, pero tenía tercero de primaria y le fue imposible contestarme. Años después, ya en el bachillerato, llenaría cuadernos enteros con impresiones que me dejaba el torneo de fútbol profesional colombiano y, sin proponérmelo, había empezado a redactar textos de periodismo. En cuanto al asombro de la literatura como tal, éste me llegó de repente. Un día encontré un cuento, El gigante egoísta de Oscar Wilde, lo encontré accidentalmente en un viejo baúl, debió pertenecer a mi madre; lo leí y fue como un trabucazo, un sacudimiento del cual nunca logré reponerme. Descubrí que había otras formas de crear historias, sin necesidad de imágenes, como lo hacían los comics, únicamente basándose en el dominio de la palabra.
¿Su madre fue su primera maestra?
-No. Mi madre había formado un matrimonio aparte; igual, mi padre. Yo era lo que llamaban de manera absurda un hijo natural, por eso crecí con mi abuela. Ella se llamaba Mercedes Burgos. Me cuidó al lado de mi abuelo materno, que son la pareja más importante de mi infancia. Las circunstancias, entonces, hicieron que yo creciera separado de mi madre y, así, mis primeros años de estudio los realicé en la escuela de mi pueblo. Algunos de mis profesores que todavía viven dicen que era muy aplicado y que rendía bastante. Con personas como ellos perfeccioné mi proceso de lectura, aunque nada de eso dijo que yo podría llegar a escribir, en parte también porque un escritor en nuestro medio era un asunto demasiado exótico; eso no era para nosotros, según la mentalidad de mucha gente.
¿Escribió algo siendo niño?
-Sí, o por lo menos lo intenté, no recuerdo qué pudo ocurrir con ese texto, pero la intensión de escribir la sentí desde pequeño.
¿Estudiar Filosofía le sirvió para la literatura?
-Por supuesto. Un escritor, o un aspirante a ello, debe estudiar permanentemente, investigar. No hay escritor posible, sin una base de conocimiento académico; no importa si este se lo adquiere de manera empírica, lejos de las aulas escolares como ocurrió con Fernando Soto Aparicio o el mismo García Márquez. En mi caso, la Filosofía me ayudó a comprender que los dogmas y el radicalismo en los procesos de aprendizaje no funcionan y que en asuntos de conocer lo fundamental estamos biches. Por eso sigo leyendo de manera desaforada y estoy seguro que lo haré hasta los días finales de mi vida.
¿Cuáles son sus libros escritos?
-Publicados, tres. Los decadentes y otros cuentos, con editorial Pre-textos de Valencia, España, 5-12 Operación Cauterio, con ediciones Mascaluna de Medellín, y La comarca invisible y otros relatos, con Uniediciones del Grupo Editorial Ibáñez de Bogotá. En preparación, tengo varios entre novela, cuento y periodismo.
¿Reconocimientos recibidos por sus obras escritas?
-Tres premios nacionales en diversas ciudades del país, un premio internacional en España y varias veces finalista de otros premios de carácter internacional. Aunque en esto de los reconocimientos, el mayor es el cariño de la gente. Y las invitaciones y nexos que deja la escritura, jamás imaginé, por ejemplo, que me volvería un conocido para los directivos de la Casa Museo Gabriel García Márquez de Aracataca, que contaría con su respaldo para promocionar y convocar el evento literario que organizo.
García Márquez tiene cinco libros de encuentros con la soledad, ¿qué piensa de ella?
-Es una parte de la vida. La soledad no es dañina, permite la creación y la escritura, para citar un caso. El asunto de la soledad es terrible cuando se convierte en el único destino, entonces se le tiene miedo. En otras palabras, amó la soledad para escribir, la necesito, a veces, la imploro; pero no me gusta cuando no puedo compartir un logro, una aventura, un abrazo, con la otra parte que son mi familia o los amigos.
¿La soledad llega por la falta de amor? ¿Por no amar?
-No creo. Amar no garantiza que uno no pueda sentirse solo. La importancia que le demos a la soledad, como cualquier estado del alma, depende de cada uno de nosotros. Sin pecar de teorizante, me parece que la soledad, como la alegría o el amor, tiene siempre sus matices. Si nos volvemos existenciales, puede ocurrirnos lo que le pasa a Juan Pablo Castel en El Túnel de Ernesto Sábato, quien termina matando a lo que más quiere. Pero si la soledad es una parte más de la vivencia humana, la enfrentaremos con la sutileza de Diógenes el Perro, despreciador de vanidades. Lo que quiero decir es que, en estos temas, no existe una última palabra. Y que es mejor negociar con la soledad y no temerle para vivir mejor.
¿Sufre cuando escribe o es un placer?
-Al principio creo que sufría y bastante, porque buscaba una perfección formal que estaba lejos de mis dominios. Hoy lo tomo como un juego, una experiencia sin mucha rigidez, casi espontánea. Ello me ha permite escribir con placer, con auténtico placer. No me forzó y voy de un texto a otro, sea literatura o periodismo; eso me permite escribir todos los días.
¿Cómo está la Fundación Gabriel García Márquez?
-Bien. Organizando sus cosas, la parte administrativa y la de sus proyectos y eventos culturales.
¿Qué puede decir del concurso internacional de cuento?
-Que es un patrimonio de los pupialeños y nariñenses en general y que cada año se fortalece como uno de los premios verdaderamente importantes que tiene la literatura colombiana. Los escritores hispanoamericanos viven pendientes de su convocatoria y eso es un gran síntoma en un mercado tan competido como este de los premios.
¿Dónde quedó la parte ecológica?
-El concurso tuvo que transformarse, lo necesitaba. Pero la preocupación por el cuidado del medio ambiente está vigente y la promocionamos en otros espacios de cultura.
La juventud, las mujeres, ¿si son el presente?
-Y el futuro. Los jóvenes tienen el deber de asumir la antorcha que otras generaciones van dejando y esa es una gran responsabilidad. En cuanto a las mujeres, la sensatez que las caracteriza, en muchos casos, sirve para equilibrar un mundo caótico y lleno de violencia. Las de mi casa, por ejemplo, son el equilibro que siempre busqué para desarrollar mi vocación de escribidor.
-¿Sus niños ya son lectores? ¿Cómo es su relación con ellos?
-Lina, lee y escribe. Jamás le exijo nada. Es una estupenda estudiante, en casa tenemos una buena biblioteca y eso ayuda. Sabe que los libros son sagrados. Y Gabriel es el que está autorizado para interrumpirme en mis procesos de escritura, todavía es muy pequeño y no hemos iniciado un proceso lector con él, pero soy optimista en ese campo. En la parte espiritual, mi relación con ellos es de una confianza absoluta, me quieren y los quiero.
¿Cómo anda su Municipio de Pupiales?
-Se sienten aires de cambio. Ricardo Benavides, el nuevo alcalde arrancó con gran expectativa y una convicción de que las cosas se pueden hacer con mejores resultados y escuchando a la ciudadanía, que es importante. El cambio me gusta. Sin él se corre el riego de que se encasqueten grupillos de malhechores en las esferas de poder, con los consecuentes abusos y actuaciones poco transparentes, y lo digo en un sentido general. Pupiales ocupó el puesto 70, el último en Nariño en rendimiento fiscal y de gestión, eso fue una auténtica vergüenza. Me parece que con el nuevo alcalde eso debe mejorar y de manera importante para garantizar el bienestar de todos. Por lo demás, Pupiales me encanta y me enamora y lo veo muy bien. Es un pueblo que crece impulsado, en mi concepto, por las diferentes fuerzas de la vida ciudadana. Aquí la gente es buena y tengo amigos, las personas que me quieren.
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