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Henry Alexander Gómez y el arte de hablar en formas luminosas

  • Foto del escritor: Albeiro Arciniegas Mejía
    Albeiro Arciniegas Mejía
  • 30 mar
  • 4 Min. de lectura

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El poeta bogotano Henry Alexander Gómez acaba de obtener un nuevo reconocimiento internacional: el premio de poesía Vicente Rodríguez Nietzsche en Puerto Rico. El galardón se suma a otros obtenidos en España y Colombia. Nacido en Bogotá, Gómez es creador de una obra poética que integra la tradición literaria con una voz de matices sociales. Poesía introspectiva de gran sensibilidad estética, a menudo marcada por la reflexión sobre la identidad, la memoria y las experiencias individuales.


En relación con la creación artística y la escritura de poesía, Gómez manifiesta que “a veces como que le tenemos cierto pudor, cierto miedo a la poesía. Yo siempre cito a Piedad Bonnett que dice que, de cada diez profesores de literatura, solo uno o dos enseñan poesía y a veces como que se la enseña no en los mejores términos. En la escuela no se la trabaja. Desde luego, entre más uno se acerca al fenómeno poético, entre más uno va entendiendo las estéticas de los diferentes autores, va adquiriendo lo que yo llamo la conciencia del escritor”, agrega.


Por supuesto, escribir poesía no es fácil, se confunde mucho con rimar palabras, urdir una o dos frases de tono melancólico o puramente melodramático. En palabras de Octavio Paz, el Premio Nobel mexicano, la poesía es hija del azar, fruto del cálculo, el arte de hablar en formas luminosas. Y así, no todo poema –o para ser exactos: no toda obra construida bajo las leyes del metro y el poema– contiene poesía. La imagen –producto de una imaginación que electriza con ráfagas de luz sensorial en la memoria– es uno de sus elementos centrales.


En un país como el nuestro los poetas abundan como piedras, piensan que es fácil y, en realidad, la lírica es el más complejo de los géneros, quizá el género madre que, de una u otra manera, trasciende a los demás. Unos versos de Charles Bucowski, quien se regodeaba en el auténtico sabor de la poesía, vienen muy bien para rematar la idea: “Como dijo Dios, cruzándose de piernas: veo que he creado muchos poetas, pero no mucha poesía”.


Es por eso que el surgimiento de una figura joven como la de Henry Alexander Gómez en el panorama poético del país con una mirada crítica de la realidad social, sin perder contacto con la lírica personal y subjetiva, es afortunada e importante. Este autor estudió Ciencias Sociales, pero tuvo siempre una inclinación hacia lo literario, inclusive su trabajo de grado fue sobre escritores.


Gómez tuvo, por supuesto, una serie de lecturas de formación. “Leí a poetas muy importantes como Juan Gelman, Cesar Vallejo, la poesía colombiana que tiene unos poetas muy grandes como José Manuel Arango y esas lecturas empezaron a darme una formación que posteriormente perfeccioné en talleres de creación literaria donde se aprende muchísimo, hice una maestría en creación literaria y, en la actualidad, curso un doctorado en literatura”.


En el mundo del simulacro, el de la representación que ya no hace referencia a nada real o mejor: el mundo de las pantallas, los celulares y la invasión de la virtualidad que desplaza a la cotidianidad humana, un postulado que deviene del sociólogo francés Jean Braudrillard, preguntar para qué se escribe poesía: “Es una pregunta muy interesante –afirma Gómez–, en algún momento se la hicieron al poeta Juan Gelman y él respondió que también habría que hacernos la pregunta de por qué en toda la historia de la humanidad siempre han habido poetas. Desde los rapsodas griegos, desde Homero, en cada momento histórico y en cada país siempre hay personas que se han dedicado a la poesía y seguirán habiendo”.


“Yo creo que la poesía es la manera que tenemos para tratar de entender las pasiones humanas, los horrores que vivimos en la actualidad, las guerras y las tecnologías que a veces como que nos desencajan o nos despegan un poco de la vida; la poesía sigue existiendo para tratar de interpretar, desde la música, todos esos acontecimientos, todo lo que es el ser humano”.


Indudablemente, Henry Alexander Gómez es un gran poeta que amplía las posibilidades creativas de la literatura en un país que no termina de salir de sus conflictos: guerras, desplazamientos, marginalidad, pobreza, muchas veces, creciente y sin ninguna solución. Pero no abramos espacio a la melancolía y el desencanto.


El libro galardonado en Puerto Rico es Cadena de custodia que, según el veredicto “mediante un eficaz manejo del lenguaje, aborda el problema de la represión social desde la denuncia, el testimonio y la resistencia. Para ello se vale adecuadamente de un registro capaz de dar cabida a una poesía marcada por el compromiso y la urgencia en un contexto de inmediatez, cotidianidad y vigencia”.


Otro de los galardones importantes que ha obtenido Gómez es el premio de poesía Miguel Hernández, en Orihuela, España, con su libro La torre de los caballos azules que se suma a los premios Nacional de Poesía de la Universidad Externando de Colombia, el Premio Nacional de la Casa de Poesía Silva de Bogotá y el Premio Internacional de Poesía José Verón Gormaz de España. Con Henry Alexander Gómez la poesía del país reverdece y promete una estupenda cosecha de libros y de versos.

 

 
 
 

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